ENSEÑAR MATEMÁTICAS EN PRIMARIA DESDE EL CEREBRO DEL QUE APRENDE

Si le preguntáramos a José Antonio Fernández Bravo qué método es el mejor para el aprendizaje de las matemáticas contestaría que ninguno; si le preguntáramos entonces cuál es su método, contestaría que no tiene método que “ni existe ni existirá método alguno de enseñanza superior a la capacidad de aprendizaje de un/a niño/a.

Por lo tanto, hablar de Fernández Bravo no es hablar de un método de aprender matemáticas, es ir mucho más allá, es hablar de una filosofía para las matemáticas y para la vida, es cambiar la mirada hacia el niño y la niña.

José Antonio Fernández Bravo es muchas cosas, pero ante todo es maestro, su modelo, su filosofía se resume en una frase: “Enseñar desde el cerebro del que aprende”, “se trata de amar lo que haces, amando a aquel al que diriges lo que haces”.

 

La pregunta fundamental que nos debemos hacer los docentes no es cómo de bien realiza el/la niño/a los ejercicios que hace, sino cuánto bien le hacen al niño/a los ejercicios que realiza. No hay aprendizaje donde no haya desafío que provoque en el/la alumno/a una necesidad a su “querer conocer”.

Se trata de trabajar desde la cultura del pensamiento y el aprendizaje experimental y manipulativo, el niño/a tiene que manipular, observar, descubrir y llegar a elaborar su propio pensamiento matemático, comprender las relaciones básicas mediante la contrastación de ideas.

Fernández Bravo parte del concepto de número, aprendiendo a calcular mediante el razonamiento matemático, la descomposición y la aproximación, y no desde la simple mecánica de los algoritmos tradicionales, lo cual permite contextualizar el aprendizaje, saber el porqué de las matemáticas, acercarlas a la vida cotidiana, partiendo de los intereses y la curiosidad del niño y de la niña y por lo tanto de su motivación para el aprendizaje, y de esta manera establecer los pilares que le van a permitir desarrollar la competencia matemática en cursos superiores.

Y en este proceso el maestro y la maestra se convierten en diseñadores y guías de experiencias de aprendizaje para provocar el conocimiento, escuchando y observando las respuestas del alumnado, respetándolas, conduciendo mediante preguntas el camino de investigación que ha propuesto el/la niño/a y permitiendo que mediante ejemplos este corrija sus errores.

Desde que la filosofía de Fernández Bravo ha irrumpido en la vida del colegio, nuestros niños y niñas han cambiado su percepción de las matemáticas, para ellos se trata de un juego, una aventura llena de números y retos; es increíble verles disfrutar aproximando, descomponiendo, resolviendo desafíos, entrando por la mañana en el cole y contándonos los retos que se propusieron la tarde anterior: “profe ayer enseñé a mi papá a sumar de otra manera…”

Nuestros maestros y maestras disfrutan enseñando matemáticas, han cambiado su mirada, han abierto su mente para escuchar a los niños/as, para provocarles sonrisas, para entender sus preocupaciones, sus ilusiones y necesidades, despertando su curiosidad, logrando que crean en sí mismos y en las matemáticas y a la vez consiguiendo que sean conscientes de que están creando y desarrollando un pensamiento crítico y positivo; en definitiva, están enseñando desde el cerebro del que aprende.

Personalmente ha sido apasionante haberme formado y seguir formándome con José Antonio Fernández Bravo, tardes largas y a la vez divertidas en las que hemos aprendido a enseñar matemáticas y sobre todo hemos compartido experiencias de vida…

 

Quiero terminar con vosotros una de tantas frases que han quedado en mi cabeza de José Antonio: “No hay que enseñar matemáticas para la vida, sino que hay que enseñar vida en las matemáticas”.

 

Felipe Torrejón Sanjuán.

Jefe de estudios de Educación Primaria.

 

 

 

 

Comparta sus opiniones